lunes, 27 de mayo de 2013

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 27.5.13

Aquí dejo el enlace sobre mis sensaciones en ese ratico de encuentro  con el pasado,,,que vivimos hace unas semanas, en el Colegio.

Enhorabuena a cuantos hoy estáis haciendo posible estos eventos.Y un millón de gracias por volver a poner en nuestra mirada de nuevo el poder de la ilusión.


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martes, 14 de mayo de 2013

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 14.5.13

Acudí al C. P. “Obispos García-Ródenas”, con motivo del 50 aniversario de su inauguración, por solicitud expresa de su director D. Juan Matías Caballero y movido por los vínculos que con este centro he tenido durante tantos años.

Por la mañana me hizo unas cuantas preguntas una de las locutoras de Radio Bullas. Dicha interviú iba relacionada con el historial del centro y mi paso por el mismo.

Durante las últimas horas de la tarde tuvimos el encuentro entre antiguos maestros y alumnos. En verdad fue realmente emotivo. Allí nos reunimos personal que tiempo ha no nos veíamos, hecho que a todos pude comprobar que nos congratuló. Haré mención a grupos de alumnos de Bullas y de La Copa que me manifestaron su agradecimiento y consideración por todo lo que puede hacer. A unos les impartí enseñanza directa, con otros sólo actué como director, en estas dos situaciones me vacié en mi tarea como era mi obligación. Muchos trabajan desempeñando puestos de responsabilidad en lo público y en lo privado. A los que aún no han encontrado su deseado puesto les diré que tengan paciencia y me permitiré darles el mismo consejo que San Benito daba a su comunidad: “Ora et labora”, reza y trabaja. Lo demás os vendrá por añadidura. A todos os deseo lo mejor.

Referente a mis compañeros, recordamos aquellos tiempos jóvenes en los que fui su inmediato superior y compañero, y de todas las añoranzas que de ellos guardamos.

Perdón por estas líneas ufanas, pero de alguna manera tengo que agradecerles sus manifestaciones.

Este encuentro fue un gran acierto y se lo debemos todo el esfuerzo y empeño que ha puesto el actual director. De él diré que tengo un buen concepto, lo veo un maestro entregado por entero a su profesión, como debe ser, sin otros virajes que lo distraigan de la labor fundamental a la que está llamado; a la dirección y a la enseñanza del personal a su cargo, docente y discente.

D. José Gómez Huertas
Antiguo director del colegio

lunes, 6 de mayo de 2013

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 6.5.13
Con motivo de la celebración del 50 aniversario del Colegio Obispos García-Ródenas, quiero darle las gracias al que es hoy su director, Don Juan Matías, por “muchos motivos” que describiré después, pero sobre todo por la oportunidad que nos brinda de poder expresar cómo ha sido el paso por el centro a tantos antiguos alumnos como deseen participar.
La niña de la foto soy yo, Cati, una de aquellas afortunadas alumnas que tuvo el privilegio de que el inicio de sus estudios primarios coincidiera con la inauguración de este colegio, un acontecimiento muy grande e importante por aquellos días. Dicho colegio, construido en la misma calle donde nací, fue para mí un segundo hogar y tengo que resaltar que allí me sentía como en casa.
Valoro mucho la profesión vocacional del maestro y la responsabilidad tan grande que tienen junto a los padres en la educación de nuestros hijos. De todos es sabido que ellos son la generación del futuro. En mi opinión, la educación siempre ha sido y será una continua y laboriosa cadena que hay que cuidar, potenciar y fomentar día a día desde la más tierna infancia hasta el final de la vida.
Le doy gracias a Dios por cada una de las maestras que con su trabajo y esfuerzo contribuyeron en mi educación y a quienes nunca podré olvidar. Cuatro son a las que voy a nombrar, pues las tengo más presentes ya que fueron aquellas con quienes pasé por mi primera etapa escolar. Aunque no me acuerdo muy bien del orden en el que me dieron clase, sí que las recuerdo con gran cariño.
Doña Paquita, Doña Angelines, Señorita Mari y Doña Laura. Ellas me animaban cada día a seguir esforzándome, pues confiaban en que podía alcanzar metas más altas e incluso llegaron a insistir a mis padres que no dejara los estudios porque veían que tenía posibilidades de llegar lejos. Por ello desde aquí les doy las gracias. El contacto que mantuve con ellas, aunque tal vez un poco rígido, fue siempre bastante bueno, transmitiéndonos valores como el respeto, la responsabilidad, la obediencia…
Después de hacer dos años consecutivos 7º y 8º y casi terminado el curso, finalmente no me examiné y me puse a trabajar. No culpo a nadie, pero fueron años de mucha demanda de trabajo en la fábrica de conservas de Bullas y casi todas las compañeras nos dejamos influenciar por el campo laboral. Más tarde hice un examen para conseguir el certificado de Estudios Primarios. Con tristeza tengo que decir que con ese certificado puse fin a aquella etapa escolar.
De nuevo paso a los buenos recuerdos…
Para empezar no me puedo pasar por alto la pregunta que nos invadía a los niños y niñas de entonces, pues desconocíamos cuál sería el motivo de no poder compartir las clases. En una edad como la adolescencia creaba entre nosotros una barrera muy grande que a mí, personalmente, me costó superar. Recuerdo la que se armaba cuando por cualquier motivo teníamos que entrar en una clase de niños... Ellos eran más espontáneos, nos acosaban a piropos,… ¡cómo nos sacaban los colores! Pero es que no sólo no compartíamos las clases, sino tampoco el patio, los juegos, el diálogo, etc. Cuando quedábamos amigos y amigas casi lo teníamos que hacer a escondidas, como si de algo prohibido se tratase. Incluso estar juntos en presencia de maestros y padres era algo extraño para nosotros. Recuerdo que las clases de las niñas estaban arriba y las de los niños abajo, y para pasarnos recados lo hacíamos con ayuda de las cuerdas de las persianas, a través de las cuáles les mandábamos notas escritas en papel. Como los niños jugaban al frontón en un patio donde ahora queda la biblioteca, nosotras desde arriba nos asomábamos por las ventanas, que estaban tan ocupadas que corríamos peligro de caernos abajo.
Al recordar todo aquello es difícil de creer que ocurriera, viendo cómo se ha evolucionado en este sentido y cómo actualmente las clases son mixtas y se considera algo tan normal.
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efiriéndome ahora al material que hoy utilizan tanto el maestro como el alumno he de apuntar que han evolucionado muchísimo ayudando a que los progresos en el aprendizaje sean más rápidos. No hay más que comparar las mochilas tan pesadas que hoy llevan nuestros niños con las carteras tan ligeras de peso que llevábamos aquellos años. Nuestros materiales eran Enciclopedia 1er, 2º o 3er grado, cuadernos de caligrafía, cálculo o problemas que conservábamos con tanto esmero de los números 1 al 10 todo el curso, el plumier de dos pisos de madera, lápices, bolígrafo, colores, compás, reglas, escuadra, goma, sacapuntas, cuentos, cuaderno para deberes, todo en una cartera que con tanta ilusión esperábamos de los Reyes Magos para tenerlo todo dispuesto cuando empezara el curso. Pero claro, cada día llevábamos sólo aquellas cosas que íbamos a necesitar.
Con la Reforma Escolar tuvimos que adaptarnos a los nuevos métodos de estudios que nos costaba asimilar. Fue en la última etapa que pasé por el colegio y no tengo grandes recuerdos de ella.
También tengo que añadir la competitividad que había entre compañeras para ocupar los asientos delanteros de la clase, que sembraba una gran rivalidad entre nosotras. 
Los juegos que compartíamos con nuestras amigas en el recreo o tiempo libre entre clases eran muy sencillos. ¡La de horas que podíamos pasar con una cuerda jugando a los dubles, qué fácil era moverla de un lado al otro y la de niñas que podíamos participar a la vez!  Otros juegos eran una pelota, un trozo de elástico, una tajuela de mármol con la que jugar al chisqué, unos huesos de albaricoque o piedras para echar unas tres en raya, unos cromos, el pillao, la piola, hacer teatro, trabalenguas, adivinanzas,… Para las más lanzadas estaba el baloncesto. Como actividades más excepcionales estaban la gimnasia rítmica y los bailes regionales, que se preparaban para actos públicos y se desarrollaban en el campo de fútbol que se encontraba al lado izquierdo del colegio. También íbamos a cantar villancicos al cine por Navidad.
También se hacían manualidades como coser y bordar en punto de cruz aquella bolsa para el pan o aquel trapo para el cántaro del agua.
De vez en cuando también hacíamos nuestras escapadas lanzándonos a la calle y metiéndonos en aquellos huertos que lucían frente al colegio a coger unos albaricoques: ¡Qué buenos estaban! Alguna vez tuvimos que salir corriendo sorprendidos por el guarda.
La orilla de la acequia era otro lugar de encuentro: el ver el agua correr, saltar de un lado al otro, las tijeretas que por allí corrían,… todo era un pasatiempos y un recreo.
Hacíamos excursiones a La Rafa para ver los gusanos de seda, cómo se alimentaban, cómo hacían el capullo,… aquél laborioso trabajo tan delicado que tanto nos maravillaba. Nos quedábamos embobadas viendo algo tan interesante.
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lguna vez que otra también visitábamos el río. El centro para quedar con los amigos era el Colegio y el Paseo de la Murta y de allí nos dirigíamos a la Rafa a pasar toda la tarde correteando y dando brincos.
Creo que nunca monté en autobús para salir de excursión.
¡Y cómo no recordar el famoso comedor! A mi madre le vino como anillo al dedo pues pensó que sería la solución para nuestros problemas a la hora de comer, ya que yo era algo caprichosa con la comida. Allí era toda una fiesta colaborar en poner y quitar la mesa: plato llano, plato hondo, cuchillo y cuchara a la derecha, tenedor a la izquierda, vaso de agua y servilleta, situado según creo recordar en donde actualmente se encuentran los despachos. Con una cocinera tan buena como teníamos y el amor que ponía en la preparación de los platos se me fue abriendo el apetito. Todavía recuerdo el olor que subía hacia arriba por aquel pasillo tan largo a esos macarrones con tomate que sabían a gloria. Fue en esa etapa donde empecé a probar alimentos nuevos que nunca antes había comido mejorando la relación con mi familia, a la que ponía de los nervios al escucharme decir “eso no me gusta” sin haberlo probado siquiera.
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especto al trabajo en el aula, la colaboración que el alumno tenía con el maestro era ejemplar. Nos encargábamos del orden y la limpieza de nuestra clase. Recuerdo ese suelo rojo al que le dábamos un día y otro con aquella escoba de trapo hasta hacerlo brillar como un espejo o el cultivo de las plantas incluso en vacaciones. Desobedeciendo a nuestras madres y maestras los fines de semana  que nos encargaban regar las plantas, más de una vez nos dejábamos acompañar de algunos “amigos” para jugar por allí un rato. Pero nuestras madres que eran sabias, cuando calculaban que tardábamos más de la cuenta, salían en nuestra busca y más de una vez tuvimos que salir corriendo o a escondidas, o dejar a algún amigo encerrado y volver más tarde a abrirle.
Recuerdo con cuánto amor, alegría y cariño cada año, en el mes de mayo, recibíamos a nuestra madre del cielo: La Santísima Virgen de Fátima, a la que se abrían las puertas de par en par en nuestro colegio y en un lugar mucho más especial, en nuestros corazones. Con gran gozo le preparábamos aquel bonito altar en el que todos participábamos cuidando cada detalle. Resplandecía como una reina en medio de aquellas flores tan bonitas que cada uno buscaba y recogía como podía. No recuerdo que hubiera ninguna floristería, pero sí que habían unos hermosos huertos muy cercanos al colegio en lo que ahora es el parque de enfrente y a lo largo de toda la orilla de la acequia tras el Camino Real. Y ni cortas ni perezosas allá que íbamos a pedir flores (y otras veces a quitarlas a escondidas por las orillas de las tapias). Vamos, que a la Virgen nunca le faltaron aquellos grandes ramos de celindas blancas que parecía esperaban florecer para mayo con ese olor tan espectacular. Ni aquellos ramos de rosas de todos los colores. Ni azucenas, ni claveles,… Todas las tardes nos reuníamos todos en presencia de la Virgen durante unos minutos antes de salir hacia casa con mucha devoción. La obsequiábamos con nuestras inocentes oraciones, con el rezo del Santo Rosario, con plegarias, y con cantos que nunca he olvidado (a veces salidos de tono) y que siempre han sido actuales. Para empezar cantábamos “Venid y vamos todos, con flores a María”, “El trece de mayo”, “La salve”, “Mientras recorres la vida tú nunca sólo estás, contigo por el camino Santa María va”,… y siempre terminábamos cantándole “Adiós Reina del Cielo madre del salvador”,…  ¡Qué bonitos recuerdos!
Con mucho cariño siempre he guardado la única fotografía de grupo que poseo y que de vez en cuando me gusta revisar. A pesar del paso del tiempo parece que fue ayer. Aunque cada una de las aquellas niñas que figuran en la imagen haya escogido diferentes caminos, dondequiera que nos encontramos no nos negamos el saludo y esa sonrisa en recuerdo de aquellos días. Hemos sabido conservar la amistad y el cariño de aquella etapa tan importante para nuestras vidas.

El que figura en la foto es Tomás, mi marido, antiguo alumno de las escuelas viejas. Él  y yo nos conocimos en el Ródenas, donde empezamos una bonita relación de amistad que poco más tarde nos llevó al noviazgo. Tras unos años donde nuestro amor se puso a prueba para ver si era el verdadero, nos dimos cuenta de que estábamos hechos el uno para el otro y llegado el día 20 de agosto de 1978 recibimos el sacramento del Matrimonio, y fruto de él nacieron nuestros tres hijos Mª del Pilar de 33 años, Tomás de 29 y Esteban de 23.

Muy recién casada, todavía sin hijos pero embarazada, empezó a preocuparme la responsabilidad que tenemos los padres con respecto a la educación de los hijos. Pronto llegó a mis oídos la noticia de parte de Don Julián Torrecilla (por entonces sacerdote de Bullas) de que iba a dar comienzo un curso de Escuela de Padres en los salones del Club de la Juventud que se encontraba en el Camino Real, donde después estuvo la Guardería y que actualmente se encuentra casi en ruinas. Él mismo dirigía el curso. Semana tras semana nos reuníamos los miércoles y tratábamos temas de gran interés para la educación. Yo, que quería prepararme para ser una buena madre, encontré lo que necesitaba. Debió de marcharse pronto a Honduras donde permaneció varios años y allí quedó todo.
Desde aquí animo a madres y padres a acogerse con fuerza a todo aquello que les aproveche, que no cierren los ojos a aquello que sea positivo con respecto a la educación de sus hijos tanto a nivel personal como espiritual, ambos entrelazados, para seguir madurando intelectual y emocionalmente.
Llegado el día de apuntar al colegio a nuestra hija mayor tuvimos una pequeña duda de dónde llevarla, si a un colegio o a otro, ya que al vivir en el centro del pueblo cualquiera nos pillaba bien de lejanía. Pero pronto tomamos acertada decisión de que estudiara en el mismo colegio en el que lo hicimos sus padres.
Varios años después, como todas las madres del colegio, fui invitada por Don Juan Matías a participar en nuevos cursos de Escuela de Padres que él mismo organizó y preparó. A él le doy gracias por abrir de nuevo un camino que me llevó al Ródenas. A partir de ese momento todo mi ser se puso en movimiento, pues sabía que algo necesitaba en lo que se refería a la educación de mis hijos, pero no sabía donde encontrarlo. Ellos iban creciendo en una etapa diferente a la que lo habíamos hecho sus padres y necesitaban sobre todo nuestro cariño, aunque también nuestro apoyo, nuestra comprensión y nuestro consejo. Al colegio, que tanto bien me había hecho y que tan buenos recuerdos me traía, me dirigía ahora como si fuera una estudiante adolescente entradica en años para aprender a ser madre de unos hijos mayorcitos. La verdad es que lo necesitaba y aprovechando que mi marido estaba fuera por motivos de trabajo y tenía más tiempo libre, dediqué unos años a hacer varios cursos… Todo era nuevo para mí. Semana tras semana nos reuníamos estudiando unos temas que nos preocupaban a todos en general pero que personalmente, no sabía cómo afrontar. Tuve que trabajar y estudiar muchísimo. Supuso para mí un gran esfuerzo pero me gustaba hacerlo, pues los resultados a nivel familiar eran positivos.
Todos los del grupo coincidíamos con la preocupación por la educación. Poco a poco me fui dando cuenta de que yo también necesitaba aquello que quería transmitir a mis hijos y fue muy bonito desarrollarme en este ámbito por los frutos que en cada uno se manifestaban. Comprendí que para educar yo, también necesitaba seguir educándome. Reconozco que me gustaba lo que hacía porque me ayudaba a superar obstáculos, unos más grandes y otros más pequeños. ¡Cuántas cosas pudimos aprender unos de otros! De ahí lo que empecé diciendo al principio con respecto a la educación: “Que es una labor continua para toda la vida”.
Gracias, Juan Matías. Le doy gracias a Dios que se ha servido de tantas personas como tú a lo largo de mi vida para ir mostrándome en cada etapa lo que necesitaba, para no quedarme atrás, sino seguir continuando hacia delante aprendiendo a mirar el lado positivo de las cosas. Al mismo tiempo a Él también le pido por tantas personas como tú, que trabajan para mejorar en la enseñanza, por los padres y responsables en la educación, para que ésta cada día sea mejor.
Siendo los progresos académicos de nuestros hijos los más adecuados en cada etapa escolar, hemos tenido como gran recompensa el tener a nuestra hija mayor, Mª del Pilar, de maestra en dicho colegio donde ejerce amando su vocación, trabajando poniendo empeño y esfuerzo en esta etapa tan difícil por la que atraviesa la educación actual junto a sus compañeros de profesión, algunos de los cuáles ya fueron maestros suyos y a quiénes siempre ha guardado y guarda mucho respeto y cariño.
Tres somos las generaciones fieles al colegio donde hemos sido educados: nosotros los padres, nuestros hijos, y ahora también nuestros nietos: toda una familia. 




Y para finalizar, mi agradecimiento también a mi familia, mis padres y hermana, por la educación que de ellos recibí y que con ellos compartí. Nos dieron la vida y siempre han estado a nuestro lado.

   En esta foto aparecemos mi hermana Isabel y yo, a la edad de 6 y 10 años.

¡FELICIDADES A NUESTRO MARAVILLOSO COLEGIO EN SU 50 ANIVERSARIO¡