jueves, 25 de octubre de 2012

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 25.10.12
Yo, que soy de la generación de 1983, solo estuve 3 años en el Ródenas, desde 3º a 6º, pues anteriormente vivía en Pliego. Bullas fue uno de los pueblos piloto en la región para "ESO" de estrenar la LOGSE, y por eso no nos fuimos muy "janglones" de la educación más básica, y dejamos a nuestro Ródenas sin todavía haber pegado el estirón...

Hablamos de los cursos del 91 al 94. Mi tutora fue la señorita Mª Carmen, en esta foto aparecemos con ella. Todavía existían las viviendas en lo que hoy es el colegio de educación Infantil...y ella vivía allí con su marido y sus tres hijos...Le dábamos "follón" algunas tardes haciéndole visitas, bien después de hacer los deberes, o en junio y septiembre que ya no había escuela por la tarde.

Recuerdo las visitas al planetario de "Cosmicam", ¡¡qué frío que hacía dentro!!. Llevábamos plumíferos con pelo, los famosos jerseys de "ochos" y chándals de "táctel". Estos últimos acababan con rodilleras la mayoría de las veces, hartas nuestras madres de "renegarnos" una y otra vez y de hacernos "sietes" brincando por todos sitios. 

Recuerdo el día de la Paz, los recreos y los bailes de fin de curso, y por supuesto los juegos al salir en los "bancales" de enfrente...nosotros les llamábamos "los chinos", por estar la fábrica de embutidos. Recuerdo el olor a vino en la época de la vendimia, pues teníamos al lado la cooperativa de San Isidro...y recuerdo que cuando nos fuimos de allí al instituto, nos parecía todo un mundo y que nos íbamos de viaje al extranjero...



martes, 16 de octubre de 2012

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 16.10.12
Me pide mi compañero y amigo Juan Matías Caballero, que en la actualidad rige la dirección del que fue mi colegio durante veinticuatro años, que le haga una historia referente a este centro. Me pide, además, que sea breve.

Vine a Bullas en el concurso de traslados del año 1969, pero por razones de consorte en el destino anterior no ejercí hasta el 1970.

En Bullas había una Agrupación Escolar Mixta, es decir, aglutinaba a todas las unidades diseminadas por la localidad: las "escuelas de los cuatro maestros" ("Don Antonio García), "el lavaor", "la Cruz, la escuela de Dª Laura, la calle Leonas, y lo que es en la actualidad el Colegio Ródenas.

Dirigía esta agrupación un maestro de valía poco común: Don Juan Sánchez Fernández.

Por el año 70-71 se inaugura el colegio Artero y pasó la agrupación de veinte unidades a treinta y tantas. El aumento de tal número de unidades se le plantea a la Inspección hacer de la Agrupación dos colegios que resultan ser el "Colegio Artero" y el Colegio Obispos García-Ródenas. Este último lleva el nombre de dos hijos de Bullas Antonio García García y Alfonso Ródenas García, que por su preclara inteligencia y valía humana el primero llega a ser arzobispos de Valladolid y el segundo obispo de Almería.

La creación de los dos colegios lleva consigo el nombramiento de dos directores. En el Artero sigue como director D. Juan Sánchez Fernández, y se inicia el proceso para la elección de quien debería ser el del colegio "Obispos García-Ródenas". Para ello la Inspección giró un oficio al todavía director de la Agrupación en la que ordena reúna al claustro de Profesores que ha de componer la plantilla del nuevo centro y mediante una votación del claustro, y reflejado en el acta, mande una terna de los tres profesores más votados y por orden de número de votos, para proponer a la Administración el nombre habría de ser, el director del nuevo centro. Recayendo el mayor número de votos sobre mi humilde persona, como así consta en las actas de los libros de archivo.

A los pocos días llegó mi nombramiento, remitido por la Delegación del Ministerio.

El número de unidades con las que se quedó el colegio fue de dieciséis, pero la ampliación de la enseñanza obligatoria hasta los 14 años y la necesidad de unidades de preescolar, cuestión esta última en la que puse todo mi empeño por conseguir, hicieron necesaria la ampliación del colegio a 22 unidades.

Acabada de iniciarse la EGB, para mí una de las mejores reformas de la enseñanza, a pesar de la precariedad económica y la escasez de personal. Éramos tantos maestros como unidades. No había nadie libre. Cuando un maestro se ponía enfermo o no podía asistir a clase por alguna causa, sus niños nos los repartíamos entre los demás. Los niños salían hacia el instituto con una enseñanza sólida, conociendo los pilares básicos de la enseñanza, la Lengua y las Matemáticas.

Y así va transcurriendo el tiempo, el colegio aumentó de unidades según la necesidad, y yo rodeado de un grupo de compañeros colaboradores, amigos en definitiva, y entre todos haciendo cada uno lo que podíamos. Si bien es cierto que el pensar llegar a la perfección es una utopía.

Antes de que llegara la democracia puedo decir sin lugar a equivocarme, que en lo concerniente a la organización y a la marcha del colegio, ya éramos democráticos. Cualquier decisión que revestía un carácter de cierta importancia era sometida a la consulta del profesorado y entre todos decidíamos. Cuestiones que para algunos compañeros directores les resultaba difícil y complicada, para mí era fácil. Yo era el primero que me embarcaba en todas las decisiones, nunca les abandonaba en ninguna empresa. Intenté siempre ser el amigo compañero. Cada uno en su puesto y en su lugar y como tal siempre fui correspondido. La verdad es que tuve muy buen personal, tuve mucha suerte.

Los edificios se construyeron, el de Don Antonio García en el año 1927 y el de Don Alfonso Ródenas en el 1960.

Estuve al frente de la dirección 17 años, y puedo decir que los años más felices en este centro fueron los últimos de mi vida profesional, cuando estaba en mi aula y con mis alumnos. Muchas veces pensé que yo iba para maestro y me quedé 17 años de director.

Estamos muy agradecidos tanto mi señora como yo al colegio y todos mis compañeros. Nos hicieron una despedida de lujo. Como Mari Carmen y yo somos de la misma quinta, decidimos acogernos a la jubilación voluntaria y anticipada. Y ese tiempo nos ha dado una oportunidad de disfrutar de unos años de ocio. Estábamos pisando ya los cuarenta años de servicio cuando nos fuimos.

Las unidades diseminadas por todo el pueblo, como la Cruz, la escuela de Doña Laura, etc., se cerraron y los alumnos nos los trajimos a los dos edificios que componen este centro.

Sobre los compañeros y maestros de este colegio no voy a mentar a ninguno en particular, sólo a uno que murió entre nosotros, Salvador del Amor, en acto de servicio. En la época que yo fui director pasarían por este centro más de cien compañeros, cada uno dio lo que supo.




lunes, 15 de octubre de 2012

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 15.10.12
Son las 12,45 de la mañana. Mi compañero Blas Francisco Lorenzo Duque y yo, jugamos a los malabarismos con la silla, y nos inclinamos hacia atrás para dejarnos caer en la mesa que pone fin al aula. Elegimos a conciencia este puesto, el último de la clase, para poder ponernos de esta manera. Don Luis escribe en la pizarra divisiones para los deberes. Complicado va estar realizarlos a la tarde, las calles del barrio nuevo nos esperan. 


Es primavera del año 1994. Desde la ventana del primer piso vemos a los alumnos de primero, recién llegados al centro, como juegan en su hora de gimnasia. La ventana supone el único hilo de escape a la imaginación de un niños de 12 años que pronto pasarán al nivel superior, al instituto, dejando atrás 6 maravillosos años entre los muros del Colegio García Ródenas. 

Muchos son los profesores que han pasado por nuestra aula, intentando, de una u otra forma, conseguir que aquellos “salvajes” se fueran convirtiendo en niños preparados para dar un gran salto en la vida y seguir nuestro camino, sin saber apreciar que acabaría una de nuestras mejores etapas de la vida. “La vida es ir creciendo”, me decía mi abuelo… Doña Mari Carmen, Doña Tana, Doña Pilar, Don Juan Matías, Don Jesús, y un grato recuerdo a Don Luis que nos trató durante más de tres años. 

Y vaya si hemos crecido. Atrás quedaron los años de división de patios, donde los alumnos más chicos no se podían mezclar con los de mayor edad. La eliminación del muro que dividía ambos patíos, y que supuso ampliar el espacio de juego de unos niños que apenas habían visto mundo. También nos trajo el asfaltado de la pista de deportes, de la cual todas nuestras madres se “habían acordado de ella” al llevar unos nuevos pantalones rotos al habernos caído. O la creación de la fuente del patio de recreo, que tantos y tantos globos de agua llenó… 


Pero no solo el centro ha cambiado. Nosotros hemos cambiado al mismo ritmo. Y este año más que nunca. Somos 33 en una única clase. La generación del 84 no era tan numerosa como la del 83 o la del 85, que sí que formaban dos clases. Este año, entre nosotros, podemos encontrar alumnos repetidores que se unen a nosotros para formar un grupo más complicado si aún cabe. Pero todos hemos cambiado lo justo para que ya nos vaya dando vergüenza salir en la fiesta fin de curso… Nuestra última fiesta.

De las “casas de los maestros”, vemos salir a Doña Mati. Gratos recuerdos de nuestra primera maestra en colegio, y por qué no decirlo, la primera en pegarme un “palo”, por escaparme a casa a cambiarme de ropa después de caer en un charco durante el recreo… pero eso ya es otra historia. 

De repente, un “Fernando” me atrae de nuevo a la realidad del aula. Don Luis me reclama atención y como recompensa, me toca salir a la pizarra a resolver el problema. La pizarra. Esa “pasarela Cibeles” donde a todos nos han temblado alguna vez las piernas. Pasearte delante de tus treinta compañeros y sobre todo, el miedo a realizar alguna “burrada” y provocar sus risas son el peor tribunal al que nunca nos habíamos presentado. Suerte que en aquellos tiempos, no se me daba mal estudiar… 

De vuelta a mi puesto, el timbre nos recuerda que es hora de irnos a casa. Rápidamente, Paco “El Rambo” y Rafael Gil Escámez salen disparados del aula. Tenemos una hora hasta las dos, hora de comer, para poder jugar un poco al futbol. Y es importantísimo coger la pista antes que nadie. De echo, es lo más importante de toda la mañana. Cojo mi balón, y con el resto de los chicos de la clase, nos dirigimos a la pista para jugar un poco. Las chicas que se quedan, se sientan en el borde del escenario del patio hablando de sus cosas, riéndose, y haciendo miraditas de niñas a algunos compañeros… 

Yo, en la portería de mi equipo, reviso el patio consciente de que pronto dejaremos de venir. En una sola mirada, podías comprobar toda la “fauna” que existía en el centro, y a qué nos dedicábamos según épocas del año: las canicas, la peonza, el baloncesto (en la parte atrás de la pista, en los pilares de la entrada), los globos de agua… todos estaban por allí representados de una u otra forma por otros niños del colegio.

Y llegaba de hora de irse a casa. La madre de Francisca Belén Amor Martínez asomaba la cabeza por la puerta de atrás reclamándola para comer, y ya sabíamos todos que íbamos tarde a casa. Pero no por mucho tiempo. De nuevo a la tres, media hora antes de entrar a clase, nos veríamos todos allí para seguir con lo que nos dejamos a medias: juegos, risas, alguna riña y mucha amistad que retumbarían para siempre en los muros de nuestro colegio, ese que hoy sigue viendo niños crecer casi 20 años después de que nosotros dejásemos de hacerlo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 14.10.12
Hola Soy Rufi y empecé en el Rodenas en el año 1986, por supuesto con cuatro años en las Escuelas Viejas. Rrecuerdo los suelos de madera y el gran patio que había con tubos y ruedas, mi maestro en aquella época fue Don Pascual y apenas me acuerdo de nada más.

En primero de primaria pasé a las escuelas nuevas y con ellas una etapa, todos los cursos menos segundo estuvimos guiados por Doña Mari Carmen Marín, una persona genial y a la que recuerdo con mucho cariño. Recuerdo que primero estábamos en el patio grande, donde había porterías, canastas, una fuente, pero sobre todo había un escenario que nos encantaba y la parte de atrás más todavía, como no había pista deportiva (hasta unos años más tarde) las clases de educación física eran allí y en el cuarto que había junto a la puerta de entrada se guardaba el material, aros, pelotas, colchonetas y demás. Varias fueron las clases que me acogieron en esos años, casi siempre en el piso de arriba, pues el de abajo era para los cursos últimos que salían al patio pequeño.

Recuerdo las salidas, que sobre todo eran por la tarde a la Rafa o a los Muletos, la celebración de los cumpleaños, navidad y alguna fiesta más que se terciara. Los viajes que fueron varios y variados, de los que mejor recuerdos tengo son de los últimos a Madrid y alrededores y a Granada.

Y por ultimo quiero recordar las navidades, que fechas más bonitas, decorábamos la clase, preparábamos teatros, como las tres Reinas Magas donde hice de Melchora e íbamos a la Iglesia al Niño Pobre.
Bueno solo añadir que fueron años fantásticos, en compañía de compañeros magníficos y de una profesora que nos dio unos valores dignos de admirar.





Posted by Ródenas 50 Aniversario On 14.10.12

Soy un ex-alumno del colegio Ródenas, es decir del de la Murta, cuando eran dos escuelas diferentes la del Camino Real y la de la Murta. (Garcia Garcia y Rodenas Garcia)

Ingresé en el  año 1963 hasta el 67 o 68, pues hice allí el Bachillerato Elemental de aquella época, examinándome como Libre en el Alfonso X el Sabio de Murcia, al principio junto al río en el que hoy creo que es Licenciado Cascales y terminando en el actual por la zona de detrás de la Carretera de Alicante, ya que fué inaugurado en aquella época, año 65 o 66.

En esta foto estamos todos los de la 4ª, que era el máximo que había en aquellos tiempos, pues aún no existian 5º, 6º. 7º y 8º, aunque los pusieron en marcha unos cuatro años después, pues todavía me cogieron a mi el último año, y después de hacernos un examen de trámite,  nos pasaron directamente a 8º.

El maestro que aparece en ella es D. Rafael Abad Guillen, que era a su vez director del Centro, y entre los alumnos que aparecemos, los de mas de 50 años podemos reconocer a bastantes paisanos, como Cayetano el ex alcalde, Juanjo de la Zapateria, Alfonso de la Farmacia (que soy yo), Joaquin Fernandez Perez que esta o ha estado hasta hace poco como director de la Caixa en Cehegin, casado con una maestra, (Antonia creo que se llama), pero claro así es como no decir nada, sobre ella si los identificarían tanto los mas mayores como los no tan viejos.

Como le prometí al Director el otro día, voy a escribir a petición suya, mis vivencias en aquellos años en el Colegio, como era y como se desenvolvía el día a día, pues pienso que algunas cosas, a las generaciones actuales les sonarán raro, pero desde entonces a ahora han cambiado las cosas como de la noche al día, y como pra mí fué un cambio positivo por razones que explicaré, quedó un recuerdo imborrable que aún aparece fresco en mi mente y me parece seguir escuchado sus sonidos y percibiendo los olores que nos llegaban de la huerta, pues la escuela se encontraba en medio del campo y junto a la acequia, las unicas casas cercanas terminaban donde ahora hay una papelería.

Un saludo y a ver si os llega bien la foto. El escrito sobre mi paso por esas aulas prometo hacerlo con tranquilidad y enviarlo. Si os parece interesante lo utilizáis en el aniversario y si no pues no pasa nada. Ahora lo que si quiero es que me aviseis de los actos que tengan lugar en su día para asistir si puedo.

Un saludo

Alfonso Puerta Jimenez
(Alfonso de la Farmacia)



PD.: En honor a la verdad y para no ponerme galones que no son mios, la foto la tengo porque en su día me la prestó para escanearla Joaquin Fernandez Perez, que la conservaba desde aquella época, yo la que tengo es una de aquellas que nos hacían individuales de estudio, con un mapa y unos libros de atrezzo en las que parecíamos alumnos del siglo XIX.
Posted by Ródenas 50 Aniversario On 14.10.12
Yo también fui a las Escuelas Nuevas

De los cuatro a los diez años fui a la escuela de “Blas el Regino”, bien conocida por todos los bullenses, los más jóvenes de oídas y los mayores por haber ido a ella, donde aprendí mis primeras letras y mis primeras nociones de Lengua,  Geografía, Historia, Religión, y lo que ahora se llama Matemáticas y que entonces eran Aritmética y Geometría por separado, famosa por su dureza y por los castigos físicos que en ella se infringían. Eran otros tiempos.

En el año 1963, cuando contaba diez años de edad, me pasaron de ella a las recién estrenadas  Escuelas de la Murta o Escuelas Nuevas, como se las conocía para distinguirlas de las de D. Antonio García o “Escuelas Viejas”, nadie las llamaba por su nombre propio hasta que se fusionaron con las viejas y los dos grupos fueron renombrados “Obispos García-Rodenas”.

Este cambio, significó para mí como pasar de la oscuridad a la luz. Del siglo XIX al ya mediado XX, pues mientras en una se utilizaban textos, formulismos y disciplina decimonónicos, así como un ambiente tétrico y tercermundista, donde todos estábamos amontonados en una única estancia pobre en luz y ventilación, sin distinción de edades, sentados en bancos de madera sin mesas y la mayoría en el suelo  porque no había bastantes asientos para todos, se nos castigaba físicamente a golpe de vara o palmeta, sin mencionar el estar de rodillas en la puerta de la calle para humillación de los “infractores”, mientras en la nueva escuela, cada uno tenía su pupitre de dos asientos, aulas diáfanas y luminosas y grandes ventanas por donde entraba el sol. El trato con el maestro era más cercano y afable, casi de confianza dentro de un respeto, respeto mutuo, no tiranía y  humillación, y los castigos físicos no pasaban de alguna ocasional colleja más simbólica que dolorosa. El libro de texto, “El 3º Alvarez” en mi caso, que comparado con la enciclopedia que manejábamos en la otra escuela era casi un cómic. Claro, ameno y fácil de leer e interpretar. Aún lo conservo junto con otros de esa época y la anterior.

La enseñanza era diametralmente opuesta, mientras en un sitio tenías que memorizar los textos palabra por palabra y punto por punto sin comprender lo que estabas diciendo, en el otro te explicaban el tema y tenías que sacar tus conclusiones, comprender y razonar lo que allí decía, no repetirlo como un loro, ya que no como un Casette, pues estos aun no se habían inventado. También nos enseñaban cosas que en la otra escuela no se veían ni de lejos, como Ciencias Naturales, Dibujo, Leer textos y hacer una redacción sobre los mismos… Era otro mundo para los que veníamos del pasado aún siendo contemporáneos.

Por mi edad y por lo que ya traía aprendido, me matricularon en la 4ª, con D. Rafael Abad Guillén, de grato recuerdo, maestro joven, deportista, gran aficionado al futbol y que le gustaba practicar todo tipo de deportes, futbol, balonmano, frontón, baloncesto, y no solo practicarlos, sino inculcarnos la afición por los mismos, no dudando en practicarlos con nosotros como uno más.
En este aula, encontré viejos compañeros de la anterior escuela, que me había precedido en el cambio, así como nuevas amistades, que algunas, aún perduran al cabo de los años.


A pesar de ser una Escuela Mixta, o lo que se entendía por mixta en aquel tiempo, los niños estábamos en el piso bajo y las niñas en el primero. Unos entrábamos por la Murta y las otras por el Camino del Río, y solo  nos veíamos a la hora del recreo a través de una verja que separaba los dos patios a la altura del porche de la entrada por el patio de las niñas, verja hoy inexistente y que unos años después de dejar la escuela fue sustituida por un muro, ya que a una maestra no le parecía correcto que se vieran unos a otras mientras jugaban.

Entrando a la zona de los niños, se accedía directamente a lo que nos parecía un largo pasillo, que visto hoy no es tan largo. A la izquierda había una puerta que daba a un cuarto llamado “La Biblioteca”, donde había unas estanterías, pero que nunca albergaron ningún libro, se utilizaba para poner a la Virgen en Mayo y posteriormente instalaron allí el aula de Párvulos que venía a ser algo así como el Preescolar actual, seguidamente estaba la 4ª, la 3ª y así sucesivamente hasta llegar a la 1ª, no había mas cursos, al fondo la puerta del comedor y a la derecha había un trozo de pasillo por donde se entraba a los aseos y a una habitación que se suponía era el ropero, pero que nunca se usó como tal, instalándose en ella una mesa de ping-pong algún año después. La de partidas que he jugado en esa mesa.
El aula a la que me destinaron, tenía tres filas de pupitres, una junto a las ventanas, otra en el centro y otra junto a la pared. D. Rafael las llamaba 1ª, 2ª y 3ª sección contando desde las ventanas a la pared, y se ocupaban sus pupitres por exámenes. Periódicamente se nos examinaba y según la nota ese era el puesto que ocupabas. Recuerdo que el primero era José Juan Caballero García, el Segundo José Antonio Zayas Ciruelo, el tercero Joaquín Fernández Pérez, el cuarto, Juan García Lorenzo, el Quinto este que escribe y el Sexto Ramón (Siento no recordar sus apellidos). Durante el curso los puestos iban cambiando lógicamente pero sin muchas diferencias. Era una forma de motivarnos para estudiar. El día de mi ingreso me asignaron el primer pupitre de la 3ª Sección, sentándome junto a Blas Fernández Toledo a quién no conocía y con el que hice buenas amistades,  pasando posteriormente a la 1ª Sección por el sistema que he narrado anteriormente.

Seguidamente a los aseos, había un patio de luces, con el suelo de cemento, al que se accedía por unos escalones y que tenía una pared sin ventanas, concretamente la que daba a los aseos, y que utilizábamos para jugar al frontón, como no con D. Rafael, por lo que este patio se conocía por “El Patio de Frontón”. Posteriormente se instalaron unas canastas de baloncesto que nos dejaron sin frontón, pero lo  cambiamos por el baloncesto, siempre bajo la dirección del citado maestro.
Un año este patio también se utilizó como gimnasio, pues vinieron unas monitoras de la Sección Femenina de Falange que nos ponían a hacer gimnasia y nos enseñaban canciones y marchas de la OJE. Como no teníamos idea de política ni sabíamos que tal cosa existía, nos lo pasábamos bien y estábamos deseando que fuera la hora del “atletismo” y las marchas.
El material del gimnasio era una mesa de madera de ignorada procedencia que utilizábamos de potro-plinto, el colchón de una cama de matrimonio relleno de borra era la colchoneta para las volteretas, y para el salto de altura, D. Rafael, metro en mano, graduó de cinco en cinco centímetros un tubo de Uralita que era la bajante del agua de las canales del tejado, al que se ataba un cordel de pita que sujetaba de una punta y sobre el que saltábamos. De esponja para caer nada, ni colchón siquiera, el santo y duro suelo de cemento. Caíamos de pie eso si y cuando rozábamos el cordel al saltar, lo soltaba para evitar el costalazo correspondiente. Seguido a este patio, y siempre a la derecha del pasillo según se entra, había otro mucho más pequeño que era el patio de la cocina, pues en estas escuelas había servicio de cocina y comedor.

El futbol se jugaba en el patio de recreo con el suelo de grava suelta, que evitaba que cuando llovía se formara barro, pero que podéis imaginar la que se formaba con los partidos de futbol. Al tirar las faltas, el balón siempre salía acompañado de alguna piedra, por lo que el portero estaba más pendiente del escombro que del balón.

La escuela, se encontraba prácticamente fuera del pueblo, pues la casa más cercana es donde actualmente hay una papelería, seguido había una carpintería y la bodega donde hoy están los dúplex, el resto todo campo. Tanto la escuela como las casas cercanas estaban en un nivel superior al camino, hasta un almendro había frente a la puerta de una casa, pues la actual calle era el camino del río, habiendo una corta escalinata para entrar a la escuela, con un tramo a cada lado de la puerta, escalinata hoy tapada al subir el nivel de la calle, frente a la que había un poste de madera con unos cables, el cual estaba pulido y brillante, pues acostumbrábamos a abrazarnos a el desde la parte de arriba de la escalera y bajar así resbalando, pero si nos veía algún maestro, había colleja o tirón de orejas seguro, cosa que no nos desanimaba. El deporte de riesgo es sacrificado.

Pegado a las casas de los maestros por detrás, estaba el Campo de Futbol de la Murta, ya en desuso pero con las tapias aun firmes y cerrado por una puerta de madera. La llave de esa puerta la tenían en las Escuelas Viejas, y los Jueves por la tarde íbamos los dos grupos escolares a hacer deporte y jugar al futbol allí, había sitio de sobra para todos.
El suelo era de tierra fina y rojiza, y salíamos bien rebozados en ella para alegría de nuestras madres. Posteriormente derribaron las tapias para edificar y nos trasladamos a las eras, donde ahora están las naves industriales del Barrio Nuevo, había que andar más para llegar pero a esa edad nos daba lo mismo, el asunto era pasar la tarde lo mejor posible y lejos de los libros.

No había calefacción ni nada parecido y en invierno hacía bastante frío, pero era lo que había y nadie se quejaba ni reivindicaba nada, a la hora del recreo ya nos calentaríamos al sol o corriendo. Cuando llegábamos por las mañanas en pleno invierno, entre la humedad de la huerta y el frío que hacía teníamos los dedos insensibles y costaba pasar las hojas de los libros y coger el boli para escribir.

Tampoco había APA, ni se conocía, así como ignorábamos lo que era el acoso escolar, lógicamente había alguno más grande que intentaba “abusar” de algún pequeño con algún empujón o alguna colleja o no dejándolo tranquilo en todo el recreo, el bocata no nos lo quitaban porque no había, ya nos lo habíamos comido por el camino,  pero eso se solucionaba a la salida, un buen golpe con la cartera en “to los morros” o una pedrada, según el peligro de acercarse más o menos y todo solucionado. Había veces que estas rencillas se saldaban en el recreo, siendo interrumpido el cambio de “opiniones” por algún maestro, acompañando sus recomendaciones de paz y concordia con alguna colleja o tirón de orejas, así como reclusión en el aula mientras durase el recreo. Ni recurríamos en busca de ayuda a los padres, estaba mal visto y te tildaban de nanaza, ni necesitábamos tutores o sicólogos porque tampoco los había ni sabia nadie lo que eran.

Hiciera frío o calor, a la entrada por la mañana se nos formaba en el patio mirando a la escalinata de entrada, y allí se cantaba el Himno Nacional, hay quien dice que en las Viejas se cantaba el Cara al Sol, no lo se porque nunca fui a ellas, pero nosotros cantábamos aquello de “Viva España, alzad los brazos hijos del pueblo español, que vuelve a resurgir, gloria a la patria….”. Entonces tenía letra. Posteriormente entrábamos al aula, donde antes de empezar, puestos en pié, rezábamos una salve o un padrenuestro o las dos cosas y se pasaba lista antes de empezar con las tareas del día. A la hora del recreo nos daban un vaso de leche en polvo de extraño sabor a química, que la hacían en una gran olla allí mismo en la cocina y a la cual añadíamos el correspondiente Cola-Cao con azúcar que corría de cuenta de nuestras madres. Como el sabor no era muy agradable, procurábamos deshacernos del mejunje tirándolo a la acequia con la excusa de lavar el vaso, pero como los maestros no eran tontos, no nos dejaban salir a no ser que en el vaso no quedase ni gota. Era normal, vernos ir por la mañana a la escuela, todos con nuestra bolsa de tela colgada de la cintura en la que tintineaba la cucharilla dentro del vaso de aluminio.

Todos los sábados, pues había clase por la mañana, se presentaba el Párroco D. José Escribano García, unas veces solo y otras acompañado del Coadjutor, que nos daba la correspondiente charla sobre el Evangelio del Domingo, nos encargaba alguna colecta con algún fin benéfico, y en algunas ocasiones nos confesaba a todos los que habíamos hecho la Comunión. Se colocaba un cura a cada extremo del pasillo, nos ponían en fila y ale a contarle nuestros terribles pecados. Y cuidado con escaquearse, tenía muy buena memoria y nos conocía a todos, sobre todo a los más mayores. Los Domingos, teníamos una misa a las diez de la mañana, solo para los escolares “La misa de los críos”, a la que asistíamos la mayoria , pues era recomendable no faltar ya que como he dicho el cura nos conocía y cuando nos pillaba por cualquier sitio había que dar explicaciones. En la Iglesia nos sentábamos cada escuela en un sitio fijo asignado previamente no se por que procedimiento. El sitio de las Escuelas Nuevas era en los bancos de la nave central, de la mitad para adelante. Los niños en los bancos de la derecha y las niñas en los de la izquierda, allí todos quietos y serios, siguiendo todo el ritual sin equivocarse, pues D. José vigilaba mucho y lo veía todo y si algo no le gustaba había bronca.

Cuando empezaba a llegar la primavera, a primera hora nos llegaba el olor fresco de la huerta y de los eucaliptos que había junto a la acequia y que aún se conservan algunos, acequia donde bebíamos agua después de haber pasado esta bajo el matadero y por el pilar donde bebían las caballerías, pero debíamos de estar inmunizados porque jamás cogíamos ninguna enfermedad extraña, fuera de las propias de la edad o la estación.
Con este agua también se llenaban los depósitos que surtían la escuela y las casas de los maestros, pues aún no había red de abastecimiento ni alcantarillado en todo el pueblo, solo en la parte más antigua,  y para ello había una caseta junto a la acequia  bajo los eucaliptos, con una pequeña motobomba eléctrica con la que impulsaban el agua cuando se vaciaban.
Toda la parte de enfrente de las escuelas y acequia abajo, paralelo al Camino Real estaba plantada de albaricoqueros, y cuando empezaban a coger color y a madurar volvíamos a casa por la orilla de la acequia para comernos algunos, lo que hacía que los propietarios se quejasen en la Sindical y a la hora de entrada y salida, los Guardas Rurales se apostasen en las tapias de los huertos para vigilarnos y si cogíamos alguno multarnos por lo que andábamos con cuidado por si estaban, ya que si nos multaban era peor la que nos caía en casa que la multa en si que la pagaban nuestros padres. También acostumbrábamos algunos a ir al Pino de la Murta, a buscar piñones junto a su tronco entre la hojarasca, los partíamos allí mismo con dos piedras y los comíamos. Aún recuerdo el sabor fuerte y denso a pino que tenían, no encontrábamos muchos, pero con unos pocos ya nos dábamos por satisfechos.

No había viajes de estudios ni nada parecido, lo que si había algunas veces, y gracias a las aficiones deportivas de nuestro maestro, eran esporádicas excursiones al río o a las faldas del Castellar, aprovechando el buen tiempo. Excursiones que no duraban más de una tarde, pero que para nosotros eran el mejor viaje que nos podían dar. Salíamos a la hora de entrar a clase por la tarde, pertrechados del pan con chocolate o el bocadillo de filetes o sardinas en aceite, también podía ser de sobrasada, hecho con una orilla de aquel pan que amasaban nuestras madres para toda la semana y que para arrancarle el bocado había que cogerlo bien con los dientes y tirar con las dos manos, pero que sabía y olía a gloria, a horno de leña, a pan auténtico, a harina de trigo molida en algún molino del río. Sabores y olores que los que peinamos canas, e incluso los que ya no se tienen que peinar, aún conservamos en el paladar de la memoria y que no tienen ni volverán a tener comparación con nada posterior.

Recuerdo de aquellos tiempos a algunos maestros. Además del nombrado D. Rafael, teníamos en la 3ª a D. Ginés Perea que dejó el magisterio, siendo sustituido por D. Alfonso Moya, en la 2ª D. Antonio, en la 1ª D. Luis Ayuso, de pelo blanco y voz bronca, buen pintor y dibujante que exponía de vez en cuando y hay algún cuadro suyo en el pueblo, Paco Olmedo también andaba por allí cuando terminó la carrera,  y también estuvo por allí de interino José del Amor Olmedo, que posteriormente entró en el Banco Popular hasta su jubilación.

Como el instituto mas cercano estaba en Murcia, por aquí cerca  solo había un colegio en Caravaca (Miguel de Cervantes?) y los Frailes de Cehegin, que tenían internos seglares y cerraron al poco tiempo, el bachillerato lo hacíamos en las escuelas por libre, examinándonos en el Alfonso X el Sabio de Murcia, que al principio estaba junto al río en lo que hoy creo que se llama Licenciado Cascales al lado de la Glorieta y luego hicieron uno nuevo en las afueras de la capital que es donde esta actualmente, aunque ahora bien integrado en el caso urbano.
Empezamos a estudiarlo catorce en primero y durante los cuatro años que duraba fuimos quedando menos, sobre todo cuando abrieron Los Jerónimos y mucha gente se fue a estudiar allí, pero unos cuantos seguíamos matriculados en la escuela, dando clases con los maestros que querían dárnoslas previo pago de su importe y fuera de hora lectiva, a las ocho de la mañana o después de terminar las clases de la tarde,  hasta terminar la reválida de 4º o Bachillerato Elemental, por lo que estuve matriculado y asistiendo desde 1963 a 1967-68, en que me examiné de Reválida de 4º, pasando a estudiar Mecanografía y Contabilidad, que era una profesión muy demandada en la época y de colocación casi inmediata. Hoy en día es una profesión a extinguir, desempeñada por licenciados o diplomados (?) en Empresariales o Económicas, que los tienen de machacas pasando apuntes en las empresas si quieren trabajar. A cada época lo suyo.
En aquellos años éramos unos treinta o cuarenta estudiando en diversos cursos, pues a partir de mi promoción, cada año un nuevo grupo iniciaba el bachillerato. Era la única forma de hacerlo aunque costosa para las parcas economías de la época, pero siempre más barato que desplazarse a la ciudad.

Con el examen de Reválida y 15 años cumplidos, dije adiós a las Escuelas Nuevas, para estudiar una profesión y a los 17 integrarme a la vida laboral. Son muchas anécdotas de la época e infinidad de vivencias las que podría añadir a este escrito, pero me parece que ya ha salido bastante extenso, más de lo que esperaba, pues cuando se abre la puerta de la memoria los recuerdos acuden en tropel intentando salir,  superponiéndose unos a otros y cuesta trabajo ordenarlos mínimamente o darles prioridad a unos y dejar a otros en el desván donde se encontraban.

 Así es como viví aquellos años, o por lo menos así es como yo los recuerdo, habrá otros que la misma época la recuerden de otra forma, con otros colores, otros sabores y otros aromas, pero en el fondo todos vimos lo mismo aunque con distintos ojos.
Ha transcurrido medio siglo, a los que estuvimos allí nos parece que fue ayer, a los que están hoy les parecerá prehistórico, y cuando las nuevas generaciones vean nuestra foto que hay colgada en la webb creerán que están viendo gente de una época mucho más lejana, aunque solo sea por la diferencia en el aspecto físico y en la forma de vestir, pero salvo uno o dos que ya no están entre nosotros, los demás seguimos por aquí, unos más conocidos que otros, con mas años y menos pelo pero aún conservamos algo del sustrato que nuestro paso por “Las Escuelas Nuevas” dejó en nuestras vidas.

Aunque parezca que el tiempo lo ha borrado,  sigue ahí, y siempre podremos decir: Yo también fui a las “Escuelas Nuevas”.


Agosto de 2011

Alfonso Puerta Jimenez