miércoles, 5 de diciembre de 2012

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 5.12.12
Mi memoria no me acompaña desde mi nacimiento. Al parecer eso mismo le sucede a todo ser humano. Las personas empiezan a tener memoria desde el mismo momento que nacen para la escuela; y no es porque en la escuela sea la memoria una de las cualidades que, entonces más que ahora, es primordial, sino que desarrollamos nuestras primeras experiencias ajenas al ámbito familiar, y muchas de ellas las recordamos durante toda nuestra vida.

    Mis primeros recuerdos fueron de colegio y no de escuela. Y es que siendo términos sinónimos, en Bullas eran utilizados diferenciando al Colegio de “las Monjas”, de la escuela de los “cuatro Maestros”. Los niños podíamos permanecer en el colegio durante nuestra etapa de párvulos y no más. La primaria, hasta los nueve años en que iniciábamos el bachillerato había que cursarla en la escuela de los “cuatro Maestros”.


    Escuela de los “cuatro Maestros” que, en un abrir y cerrar de ojos, pasó a ser renombrada como las “escuelas viejas”. Y es que habíais nacido vosotros, los que ya tenéis cincuenta años; y relegasteis a aquéllas en un instante a viejas, para ser llamadas “escuelas nuevas”. En esas escuelas no había vacaciones, se daba “punto”. Supongo que punto y seguido sería el sábado a mediodía; punto y a parte sería para Navidad y Semana Santa y punto y final, en junio, para verano.

     Personalmente, en los “Obispos” fui gestando mi vocación de Maestro. Allí están, en esas viejas aulas mis primeros recuerdos como Maestro, primero en ciernes, sustituyendo, cuando así se permitía a mi tía Laura y más tarde con mi primer curso completo. Caminaba en mi historia personal el año 1983, curso 83-84, cuando a primeros de septiembre llegué como propietario provisional a vuestra escuela, me asignaron un segundo, un gran curso; aún recuerdo a todos y la gran mayoría de los nombres, Fernando, Cati, Antonio, Antonio Jesús, Salvadora, Juan, Pedro Jesús, Isidoro, Pedro, Loli (q.e.p.d.), Rosa, Rosario… Aconsejan no decir nombres, si no se dicen todos, pero esto es papel y éramos veintinueve. El papel lo aguanta todo, incluso lo que no se siente. Y donde todos vosotros sí estáis, es en mí.

 Os debo, por tanto, mucho, más si cabe. Cincuenta años. ¿Sabéis qué encierran todos esos años? Son vidas y vidas. Han sido y siguen siendo ilusiones, han sido y siguen siendo la esperanza de niños y niñas, han sido y siguen siendo la alegría de tantos y tantos, han sido y siguen siendo  la tranquilidad y la garantía para madres y padres. Cuando nacisteis hace cincuenta años, una persona con esos mismos años había gastado ya, casi tres cuartas partes de su vida, y le había tocado vivir una etapa muy dura y de penurias en la historia de nuestro país. Hoy, una persona de cincuenta años acaba de cubrir la mitad de su existencia, todavía nos queda mucha vida por delante. Para una escuela cincuenta años supone estar en plenitud, aún joven. En cualquier caso sólo el edificio nota el paso del tiempo, pero la escuela no es el espacio, la escuela es la existencia de, al menos, dos personas, una que enseñe y otra que quiera aprender. Lo vemos en cualquier habitáculo de zonas deprimidas, sencillas chozas en África o alrededor del fuego en lo más recóndito de la selva Amazónica. Todas ellas tienen lo mismo que nosotros, un corazón para la vida y un cerebro para guiar esa vida. El corazón son los niños y el cerebro, los Maestros y como seres humanos hay momentos en que intercambiamos los papeles. Así que, queridos compañeros, a vosotros os corresponde la enorme responsabilidad de cuidar ese corazón, para que siga latiendo durante toda la existencia del ser humano, signo inequívoco de que la escuela, la vuestra, en este cincuenta aniversario o la escuela universal siga estando viva. Los conocimientos pueden transmitirlos las tecnologías; las experiencias, los consejos, la ejemplaridad, la humanidad, solo pueden aprenderse de otras personas y esas personas, entre otras muchas somos los Maestros.

Siempre les digo a mis compañeros que el éxito de los que llegan es, en gran medida, gracias al éxito de los que ya están. No olvidéis que las familias nos confían cada día a sus hijos e hijas y que esos niños y niñas merecen, siempre, de nosotros lo mejor que les podamos dar, lo mismo que lleva el colegio “García y Ródenas” haciendo desde hace ya cincuenta años, cifra relacionada con las bodas de oro. Se relaciona con este metal precioso, pero recordad toda la comunidad educativa de vuestro colegio que también hay oro en cosas que no brillan. Vosotros ya me entendéis.

Mi enhorabuena y mi felicitación, por todos estos años y mis mejores augurios para el futuro.
 
José Antonio Martínez Puerta

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