domingo, 14 de octubre de 2012

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 14.10.12
Yo también fui a las Escuelas Nuevas

De los cuatro a los diez años fui a la escuela de “Blas el Regino”, bien conocida por todos los bullenses, los más jóvenes de oídas y los mayores por haber ido a ella, donde aprendí mis primeras letras y mis primeras nociones de Lengua,  Geografía, Historia, Religión, y lo que ahora se llama Matemáticas y que entonces eran Aritmética y Geometría por separado, famosa por su dureza y por los castigos físicos que en ella se infringían. Eran otros tiempos.

En el año 1963, cuando contaba diez años de edad, me pasaron de ella a las recién estrenadas  Escuelas de la Murta o Escuelas Nuevas, como se las conocía para distinguirlas de las de D. Antonio García o “Escuelas Viejas”, nadie las llamaba por su nombre propio hasta que se fusionaron con las viejas y los dos grupos fueron renombrados “Obispos García-Rodenas”.

Este cambio, significó para mí como pasar de la oscuridad a la luz. Del siglo XIX al ya mediado XX, pues mientras en una se utilizaban textos, formulismos y disciplina decimonónicos, así como un ambiente tétrico y tercermundista, donde todos estábamos amontonados en una única estancia pobre en luz y ventilación, sin distinción de edades, sentados en bancos de madera sin mesas y la mayoría en el suelo  porque no había bastantes asientos para todos, se nos castigaba físicamente a golpe de vara o palmeta, sin mencionar el estar de rodillas en la puerta de la calle para humillación de los “infractores”, mientras en la nueva escuela, cada uno tenía su pupitre de dos asientos, aulas diáfanas y luminosas y grandes ventanas por donde entraba el sol. El trato con el maestro era más cercano y afable, casi de confianza dentro de un respeto, respeto mutuo, no tiranía y  humillación, y los castigos físicos no pasaban de alguna ocasional colleja más simbólica que dolorosa. El libro de texto, “El 3º Alvarez” en mi caso, que comparado con la enciclopedia que manejábamos en la otra escuela era casi un cómic. Claro, ameno y fácil de leer e interpretar. Aún lo conservo junto con otros de esa época y la anterior.

La enseñanza era diametralmente opuesta, mientras en un sitio tenías que memorizar los textos palabra por palabra y punto por punto sin comprender lo que estabas diciendo, en el otro te explicaban el tema y tenías que sacar tus conclusiones, comprender y razonar lo que allí decía, no repetirlo como un loro, ya que no como un Casette, pues estos aun no se habían inventado. También nos enseñaban cosas que en la otra escuela no se veían ni de lejos, como Ciencias Naturales, Dibujo, Leer textos y hacer una redacción sobre los mismos… Era otro mundo para los que veníamos del pasado aún siendo contemporáneos.

Por mi edad y por lo que ya traía aprendido, me matricularon en la 4ª, con D. Rafael Abad Guillén, de grato recuerdo, maestro joven, deportista, gran aficionado al futbol y que le gustaba practicar todo tipo de deportes, futbol, balonmano, frontón, baloncesto, y no solo practicarlos, sino inculcarnos la afición por los mismos, no dudando en practicarlos con nosotros como uno más.
En este aula, encontré viejos compañeros de la anterior escuela, que me había precedido en el cambio, así como nuevas amistades, que algunas, aún perduran al cabo de los años.


A pesar de ser una Escuela Mixta, o lo que se entendía por mixta en aquel tiempo, los niños estábamos en el piso bajo y las niñas en el primero. Unos entrábamos por la Murta y las otras por el Camino del Río, y solo  nos veíamos a la hora del recreo a través de una verja que separaba los dos patios a la altura del porche de la entrada por el patio de las niñas, verja hoy inexistente y que unos años después de dejar la escuela fue sustituida por un muro, ya que a una maestra no le parecía correcto que se vieran unos a otras mientras jugaban.

Entrando a la zona de los niños, se accedía directamente a lo que nos parecía un largo pasillo, que visto hoy no es tan largo. A la izquierda había una puerta que daba a un cuarto llamado “La Biblioteca”, donde había unas estanterías, pero que nunca albergaron ningún libro, se utilizaba para poner a la Virgen en Mayo y posteriormente instalaron allí el aula de Párvulos que venía a ser algo así como el Preescolar actual, seguidamente estaba la 4ª, la 3ª y así sucesivamente hasta llegar a la 1ª, no había mas cursos, al fondo la puerta del comedor y a la derecha había un trozo de pasillo por donde se entraba a los aseos y a una habitación que se suponía era el ropero, pero que nunca se usó como tal, instalándose en ella una mesa de ping-pong algún año después. La de partidas que he jugado en esa mesa.
El aula a la que me destinaron, tenía tres filas de pupitres, una junto a las ventanas, otra en el centro y otra junto a la pared. D. Rafael las llamaba 1ª, 2ª y 3ª sección contando desde las ventanas a la pared, y se ocupaban sus pupitres por exámenes. Periódicamente se nos examinaba y según la nota ese era el puesto que ocupabas. Recuerdo que el primero era José Juan Caballero García, el Segundo José Antonio Zayas Ciruelo, el tercero Joaquín Fernández Pérez, el cuarto, Juan García Lorenzo, el Quinto este que escribe y el Sexto Ramón (Siento no recordar sus apellidos). Durante el curso los puestos iban cambiando lógicamente pero sin muchas diferencias. Era una forma de motivarnos para estudiar. El día de mi ingreso me asignaron el primer pupitre de la 3ª Sección, sentándome junto a Blas Fernández Toledo a quién no conocía y con el que hice buenas amistades,  pasando posteriormente a la 1ª Sección por el sistema que he narrado anteriormente.

Seguidamente a los aseos, había un patio de luces, con el suelo de cemento, al que se accedía por unos escalones y que tenía una pared sin ventanas, concretamente la que daba a los aseos, y que utilizábamos para jugar al frontón, como no con D. Rafael, por lo que este patio se conocía por “El Patio de Frontón”. Posteriormente se instalaron unas canastas de baloncesto que nos dejaron sin frontón, pero lo  cambiamos por el baloncesto, siempre bajo la dirección del citado maestro.
Un año este patio también se utilizó como gimnasio, pues vinieron unas monitoras de la Sección Femenina de Falange que nos ponían a hacer gimnasia y nos enseñaban canciones y marchas de la OJE. Como no teníamos idea de política ni sabíamos que tal cosa existía, nos lo pasábamos bien y estábamos deseando que fuera la hora del “atletismo” y las marchas.
El material del gimnasio era una mesa de madera de ignorada procedencia que utilizábamos de potro-plinto, el colchón de una cama de matrimonio relleno de borra era la colchoneta para las volteretas, y para el salto de altura, D. Rafael, metro en mano, graduó de cinco en cinco centímetros un tubo de Uralita que era la bajante del agua de las canales del tejado, al que se ataba un cordel de pita que sujetaba de una punta y sobre el que saltábamos. De esponja para caer nada, ni colchón siquiera, el santo y duro suelo de cemento. Caíamos de pie eso si y cuando rozábamos el cordel al saltar, lo soltaba para evitar el costalazo correspondiente. Seguido a este patio, y siempre a la derecha del pasillo según se entra, había otro mucho más pequeño que era el patio de la cocina, pues en estas escuelas había servicio de cocina y comedor.

El futbol se jugaba en el patio de recreo con el suelo de grava suelta, que evitaba que cuando llovía se formara barro, pero que podéis imaginar la que se formaba con los partidos de futbol. Al tirar las faltas, el balón siempre salía acompañado de alguna piedra, por lo que el portero estaba más pendiente del escombro que del balón.

La escuela, se encontraba prácticamente fuera del pueblo, pues la casa más cercana es donde actualmente hay una papelería, seguido había una carpintería y la bodega donde hoy están los dúplex, el resto todo campo. Tanto la escuela como las casas cercanas estaban en un nivel superior al camino, hasta un almendro había frente a la puerta de una casa, pues la actual calle era el camino del río, habiendo una corta escalinata para entrar a la escuela, con un tramo a cada lado de la puerta, escalinata hoy tapada al subir el nivel de la calle, frente a la que había un poste de madera con unos cables, el cual estaba pulido y brillante, pues acostumbrábamos a abrazarnos a el desde la parte de arriba de la escalera y bajar así resbalando, pero si nos veía algún maestro, había colleja o tirón de orejas seguro, cosa que no nos desanimaba. El deporte de riesgo es sacrificado.

Pegado a las casas de los maestros por detrás, estaba el Campo de Futbol de la Murta, ya en desuso pero con las tapias aun firmes y cerrado por una puerta de madera. La llave de esa puerta la tenían en las Escuelas Viejas, y los Jueves por la tarde íbamos los dos grupos escolares a hacer deporte y jugar al futbol allí, había sitio de sobra para todos.
El suelo era de tierra fina y rojiza, y salíamos bien rebozados en ella para alegría de nuestras madres. Posteriormente derribaron las tapias para edificar y nos trasladamos a las eras, donde ahora están las naves industriales del Barrio Nuevo, había que andar más para llegar pero a esa edad nos daba lo mismo, el asunto era pasar la tarde lo mejor posible y lejos de los libros.

No había calefacción ni nada parecido y en invierno hacía bastante frío, pero era lo que había y nadie se quejaba ni reivindicaba nada, a la hora del recreo ya nos calentaríamos al sol o corriendo. Cuando llegábamos por las mañanas en pleno invierno, entre la humedad de la huerta y el frío que hacía teníamos los dedos insensibles y costaba pasar las hojas de los libros y coger el boli para escribir.

Tampoco había APA, ni se conocía, así como ignorábamos lo que era el acoso escolar, lógicamente había alguno más grande que intentaba “abusar” de algún pequeño con algún empujón o alguna colleja o no dejándolo tranquilo en todo el recreo, el bocata no nos lo quitaban porque no había, ya nos lo habíamos comido por el camino,  pero eso se solucionaba a la salida, un buen golpe con la cartera en “to los morros” o una pedrada, según el peligro de acercarse más o menos y todo solucionado. Había veces que estas rencillas se saldaban en el recreo, siendo interrumpido el cambio de “opiniones” por algún maestro, acompañando sus recomendaciones de paz y concordia con alguna colleja o tirón de orejas, así como reclusión en el aula mientras durase el recreo. Ni recurríamos en busca de ayuda a los padres, estaba mal visto y te tildaban de nanaza, ni necesitábamos tutores o sicólogos porque tampoco los había ni sabia nadie lo que eran.

Hiciera frío o calor, a la entrada por la mañana se nos formaba en el patio mirando a la escalinata de entrada, y allí se cantaba el Himno Nacional, hay quien dice que en las Viejas se cantaba el Cara al Sol, no lo se porque nunca fui a ellas, pero nosotros cantábamos aquello de “Viva España, alzad los brazos hijos del pueblo español, que vuelve a resurgir, gloria a la patria….”. Entonces tenía letra. Posteriormente entrábamos al aula, donde antes de empezar, puestos en pié, rezábamos una salve o un padrenuestro o las dos cosas y se pasaba lista antes de empezar con las tareas del día. A la hora del recreo nos daban un vaso de leche en polvo de extraño sabor a química, que la hacían en una gran olla allí mismo en la cocina y a la cual añadíamos el correspondiente Cola-Cao con azúcar que corría de cuenta de nuestras madres. Como el sabor no era muy agradable, procurábamos deshacernos del mejunje tirándolo a la acequia con la excusa de lavar el vaso, pero como los maestros no eran tontos, no nos dejaban salir a no ser que en el vaso no quedase ni gota. Era normal, vernos ir por la mañana a la escuela, todos con nuestra bolsa de tela colgada de la cintura en la que tintineaba la cucharilla dentro del vaso de aluminio.

Todos los sábados, pues había clase por la mañana, se presentaba el Párroco D. José Escribano García, unas veces solo y otras acompañado del Coadjutor, que nos daba la correspondiente charla sobre el Evangelio del Domingo, nos encargaba alguna colecta con algún fin benéfico, y en algunas ocasiones nos confesaba a todos los que habíamos hecho la Comunión. Se colocaba un cura a cada extremo del pasillo, nos ponían en fila y ale a contarle nuestros terribles pecados. Y cuidado con escaquearse, tenía muy buena memoria y nos conocía a todos, sobre todo a los más mayores. Los Domingos, teníamos una misa a las diez de la mañana, solo para los escolares “La misa de los críos”, a la que asistíamos la mayoria , pues era recomendable no faltar ya que como he dicho el cura nos conocía y cuando nos pillaba por cualquier sitio había que dar explicaciones. En la Iglesia nos sentábamos cada escuela en un sitio fijo asignado previamente no se por que procedimiento. El sitio de las Escuelas Nuevas era en los bancos de la nave central, de la mitad para adelante. Los niños en los bancos de la derecha y las niñas en los de la izquierda, allí todos quietos y serios, siguiendo todo el ritual sin equivocarse, pues D. José vigilaba mucho y lo veía todo y si algo no le gustaba había bronca.

Cuando empezaba a llegar la primavera, a primera hora nos llegaba el olor fresco de la huerta y de los eucaliptos que había junto a la acequia y que aún se conservan algunos, acequia donde bebíamos agua después de haber pasado esta bajo el matadero y por el pilar donde bebían las caballerías, pero debíamos de estar inmunizados porque jamás cogíamos ninguna enfermedad extraña, fuera de las propias de la edad o la estación.
Con este agua también se llenaban los depósitos que surtían la escuela y las casas de los maestros, pues aún no había red de abastecimiento ni alcantarillado en todo el pueblo, solo en la parte más antigua,  y para ello había una caseta junto a la acequia  bajo los eucaliptos, con una pequeña motobomba eléctrica con la que impulsaban el agua cuando se vaciaban.
Toda la parte de enfrente de las escuelas y acequia abajo, paralelo al Camino Real estaba plantada de albaricoqueros, y cuando empezaban a coger color y a madurar volvíamos a casa por la orilla de la acequia para comernos algunos, lo que hacía que los propietarios se quejasen en la Sindical y a la hora de entrada y salida, los Guardas Rurales se apostasen en las tapias de los huertos para vigilarnos y si cogíamos alguno multarnos por lo que andábamos con cuidado por si estaban, ya que si nos multaban era peor la que nos caía en casa que la multa en si que la pagaban nuestros padres. También acostumbrábamos algunos a ir al Pino de la Murta, a buscar piñones junto a su tronco entre la hojarasca, los partíamos allí mismo con dos piedras y los comíamos. Aún recuerdo el sabor fuerte y denso a pino que tenían, no encontrábamos muchos, pero con unos pocos ya nos dábamos por satisfechos.

No había viajes de estudios ni nada parecido, lo que si había algunas veces, y gracias a las aficiones deportivas de nuestro maestro, eran esporádicas excursiones al río o a las faldas del Castellar, aprovechando el buen tiempo. Excursiones que no duraban más de una tarde, pero que para nosotros eran el mejor viaje que nos podían dar. Salíamos a la hora de entrar a clase por la tarde, pertrechados del pan con chocolate o el bocadillo de filetes o sardinas en aceite, también podía ser de sobrasada, hecho con una orilla de aquel pan que amasaban nuestras madres para toda la semana y que para arrancarle el bocado había que cogerlo bien con los dientes y tirar con las dos manos, pero que sabía y olía a gloria, a horno de leña, a pan auténtico, a harina de trigo molida en algún molino del río. Sabores y olores que los que peinamos canas, e incluso los que ya no se tienen que peinar, aún conservamos en el paladar de la memoria y que no tienen ni volverán a tener comparación con nada posterior.

Recuerdo de aquellos tiempos a algunos maestros. Además del nombrado D. Rafael, teníamos en la 3ª a D. Ginés Perea que dejó el magisterio, siendo sustituido por D. Alfonso Moya, en la 2ª D. Antonio, en la 1ª D. Luis Ayuso, de pelo blanco y voz bronca, buen pintor y dibujante que exponía de vez en cuando y hay algún cuadro suyo en el pueblo, Paco Olmedo también andaba por allí cuando terminó la carrera,  y también estuvo por allí de interino José del Amor Olmedo, que posteriormente entró en el Banco Popular hasta su jubilación.

Como el instituto mas cercano estaba en Murcia, por aquí cerca  solo había un colegio en Caravaca (Miguel de Cervantes?) y los Frailes de Cehegin, que tenían internos seglares y cerraron al poco tiempo, el bachillerato lo hacíamos en las escuelas por libre, examinándonos en el Alfonso X el Sabio de Murcia, que al principio estaba junto al río en lo que hoy creo que se llama Licenciado Cascales al lado de la Glorieta y luego hicieron uno nuevo en las afueras de la capital que es donde esta actualmente, aunque ahora bien integrado en el caso urbano.
Empezamos a estudiarlo catorce en primero y durante los cuatro años que duraba fuimos quedando menos, sobre todo cuando abrieron Los Jerónimos y mucha gente se fue a estudiar allí, pero unos cuantos seguíamos matriculados en la escuela, dando clases con los maestros que querían dárnoslas previo pago de su importe y fuera de hora lectiva, a las ocho de la mañana o después de terminar las clases de la tarde,  hasta terminar la reválida de 4º o Bachillerato Elemental, por lo que estuve matriculado y asistiendo desde 1963 a 1967-68, en que me examiné de Reválida de 4º, pasando a estudiar Mecanografía y Contabilidad, que era una profesión muy demandada en la época y de colocación casi inmediata. Hoy en día es una profesión a extinguir, desempeñada por licenciados o diplomados (?) en Empresariales o Económicas, que los tienen de machacas pasando apuntes en las empresas si quieren trabajar. A cada época lo suyo.
En aquellos años éramos unos treinta o cuarenta estudiando en diversos cursos, pues a partir de mi promoción, cada año un nuevo grupo iniciaba el bachillerato. Era la única forma de hacerlo aunque costosa para las parcas economías de la época, pero siempre más barato que desplazarse a la ciudad.

Con el examen de Reválida y 15 años cumplidos, dije adiós a las Escuelas Nuevas, para estudiar una profesión y a los 17 integrarme a la vida laboral. Son muchas anécdotas de la época e infinidad de vivencias las que podría añadir a este escrito, pero me parece que ya ha salido bastante extenso, más de lo que esperaba, pues cuando se abre la puerta de la memoria los recuerdos acuden en tropel intentando salir,  superponiéndose unos a otros y cuesta trabajo ordenarlos mínimamente o darles prioridad a unos y dejar a otros en el desván donde se encontraban.

 Así es como viví aquellos años, o por lo menos así es como yo los recuerdo, habrá otros que la misma época la recuerden de otra forma, con otros colores, otros sabores y otros aromas, pero en el fondo todos vimos lo mismo aunque con distintos ojos.
Ha transcurrido medio siglo, a los que estuvimos allí nos parece que fue ayer, a los que están hoy les parecerá prehistórico, y cuando las nuevas generaciones vean nuestra foto que hay colgada en la webb creerán que están viendo gente de una época mucho más lejana, aunque solo sea por la diferencia en el aspecto físico y en la forma de vestir, pero salvo uno o dos que ya no están entre nosotros, los demás seguimos por aquí, unos más conocidos que otros, con mas años y menos pelo pero aún conservamos algo del sustrato que nuestro paso por “Las Escuelas Nuevas” dejó en nuestras vidas.

Aunque parezca que el tiempo lo ha borrado,  sigue ahí, y siempre podremos decir: Yo también fui a las “Escuelas Nuevas”.


Agosto de 2011

Alfonso Puerta Jimenez

2 comentarios:

  1. GINÉS FERNÁNDEZ JIMÉNEZ3/09/2013

    Asombrosa tu memoria y la fiabilidad con la que relatas la historia de aquellos años,difícilmente se podría hacer mejor. Habría que intentar poner el nombre a todos los de la foto y.... Don Rafael Abad fue un gran maestro, moderno, comprometido y con un estilo diferente al que se estilaba por la época. Con él y con Don Pedro (este ya no fue a las Escuelas Nuevas) coincidí en mi primer destino en Molina de Segura.

    ResponderEliminar
  2. Hola Alfonso, yo soy Matías Martínez, hijo de don Mateo el de las bodegas El Rosario, un gusto tener noticias de Bullas, vivo en México hace más de 30 años, no tengo fotografías y paso maravillosos ratos viendo sus fotografías. Un abrazo a todos los bulleros.

    ResponderEliminar

Tus comentarios son útiles para enriquecer este blog. No olvides identificarte.