jueves, 6 de junio de 2013

Posted by Ródenas 50 Aniversario On 6.6.13


50 AÑOS DEL COLEGIO RÓDENAS,  MÁS DE 50 AÑOS LOS MÍOS

Fueron los primeros años de este Colegio, entonces las Escuelas Nuevas, también los míos.
Si apenas puedo memorizar aquel primer babi  con el que acudí a la escuela, no parece fácil, tras medio siglo, tener presente tantas vivencias. Sin embargo  sé que...a  poco que me esfuerce, acudirán a mi mente muchos momentos que parecían borrados.
Hay algo que inevitablemente tiene que estar presente en cualquiera de mis recuerdos, es la música. Añoro con especial ilusión una antigua radio, a través de la que llegaban otras palabras, otras melodías, que no entendía pero que me gustaban..

La clase que estuve en párvulos, primera planta al fondo del pasillo, terraza con vistas al Paseo de la Murta, donde la acequia transcurría justo al frente. En aquella terraza tuvimos gusanos de seda, los cuidábamos y  éramos testigos de su proceso de crecimiento y transformación.
Porque en La Rafa estaba la Estación Sericícola, y más de una tarde de primavera nos llevaban de excursión allí. Aquello me parecía enorme, y el pequeño jardín que tenía en la explanada me resultaba una especie de laberinto. 

La cara de mi primera maestra la recuerdo redonda, alegre y joven. Forzando bastante mi memoria intento que aparezcan ante mí aquellas otras siguientes maestras. Hubo una rubita y de pelo corto. Luego veo  otra completamente diferente, alta, morena y de pelo largo.
¿Alguna secuencia del segundo curso?  Sí, recuerdo una compañera que tuve sólo unos meses, pues cuando dejó de acudir a clase sin acabar el curso, escuchaba decir, “¡que hacía falta en su casa¡”. ¡Me quedó una sensación de incomprensión ya entonces!

Yo  tenía suerte, desde mi familia, se nos animaba  en el aprendizaje. Me gustaba ir a las “Permanencias” , así se llamaban a las clases extraescolares. 
El olor de la escuela es por excelencia el de los libros nuevos; se forraban muy bien, con un papel blanco al principio, más tarde aparecería el forro de plástico. 
El humeante vaho de aquella leche que nos servían directamente desde la cocina. Era obligado tomarnos el vaso de leche caliente a la hora del recreo. Las lecheras grandes de aluminio, con esa leche que llamaban americana,  a mí me gustaba, tanto su olor, como su sabor. Llevábamos el vaso de casa, en una bolsita de tela,

Y el olor a mosto en otoño, eso sí que es algo que está impregnado en mi memoria. La bodega justo al lado del Colegio.  En las casas aún se conservaba la tradición de hacer el arrope.

El pan con vino y azúcar, ese sí que exhalaba vapores!  era la merienda por excelencia.  Sólo a veces, el pan con chocolate.  

La distancia entre mi casa y la escuela era corta, apenas dos esquinas que doblar y poco más. Además en esos tiempos apenas había coches. Pero sí carros, mulas, burros, rebaños de cabras y ovejas atravesando por la mañana y por la tarde las calles.¡Hasta las vacas paseaban por el barrio! 

Este Barrio Nuevo, que en aquellos años 60 no estaba muy desarrollado. Sus calles eran de tierra. En sus viviendas aún no había agua potable ni saneamiento. Guardo con mucha claridad la imagen de unas enormes zanjas abiertas llenas de nieve, aquel invierno que yo hacía tercero, y que nos llevaron a la Calle Leonas a una casa en auténtica ruina, y ahí empezamos el curso, aunque  lo terminamos estrenando el Colegio Artero, que de eso guardo muy bonitos recuerdos, por la orilla de la acequia, las tapias de los patios atiborradas de flores que  asomaban. Todavía debo conservar alguna hoja de aquellas higueras enormes que nos encontrábamos a mitad de camino. 
Comencé la afición de guardar entre las hojas de los libros,  flores y hojas de plantas; algo que he seguido haciendo toda mi vida. Mi maestra este año sí que la recuerdo muy bien, fue Juana.  

Anécdota de este curso sería respecto a mis trabajos de dibujo. He de reconocer mi incapacidad para con el dibujo artístico, así que ¡cuántas veces mi madre se compadecía de mí! y después de verme horas intentándolo y que aquello no lograse parecerse  a nada ”me prestaba su ayuda”.

Y llega el verano, y yo quiero seguir aprendiendo. Me entero que en la escuela hay  clases, y eso es lo que quiero hacer.  Guardo un buen recuerdo de aquel verano, yendo a la escuela todos los días, con D. Juan Puerta.
Volvemos a las Escuelas Nuevas, y en lugar de estudiar cuarto curso, me incluyen en un quinto. El motivo nunca lo supe. Y no fuí  solamente  yo,  claro. ¡“Sería cosa de esos infinitos cambios de planes de estudios…”!Ni más ni menos que con Dª  Laura, toda una institución ya entonces.  Me gustaba aquello de trabajar en grupos.  

Esas otras compañeras que vivían lejos, con las que tenía que hacer trabajos en grupo y por lo tanto había que salir del Barrio Nuevo,  y por fin descubrir ¡tantos libros en la biblioteca!...

Mi hermana cuatro años menor que yo,  con la que en aquel comedor compartimos los macarrones y las salchichas frankfurt  que yo no soportaba y ella más comilona que yo, me hacía el favor de comérselo para que nadie me reprendiera.

Y cómo no, el piano que había en el comedor, y al que ya en años anteriores visitábamos para cantar,  con D. José Sanchis Bosh, maestro de música y director de la Banda Municipal. Ese piano que tanto envidiaba yo. Lo que hubiera dado por aprender entonces! Sí que hago mis primeros intentos de aprender a tocar un instrumento con la guitarra, y con tan mala suerte que el maestro, se nos muere en las vacaciones de Navidad.  Pero que conste que yo me subí al escenario con mi guitarra, y dos notas aprendidas y acompañé el villancico!

Al año siguiente, sexto curso, comenzaría una etapa muy distinta en este Colegio.  Los niños y las niñas, los chicos y las chicas,  por fin irían juntos en la misma clase! Toda una revolución después de la represión que recibíamos constantemente en este aspecto.
Fue cuando el Colegio Antonio García García (Las Escuelas Viejas) y el Colegio Ródenas (Las Escuelas Nuevas) formaron parte del mismo centro escolar denominado Colegio Obispos García-Ródenas. Así pues en sexto y séptimo curso de la E.G.B. estuve en las Escuelas Viejas. Me gustaba ese edificio, esas clases con suelo de madera, y ¡las ventanas tan llenas de sol todo el tiempo!! 

Esa amiga con la que por fín me unía el gusto por la música!  Y ese trabajo sobre la “Revolución Musical” que nosotras pretendíamos realizar para la asignatura de Sociales pero que D. Fulgencio no nos dejó hacer, algo que yo no entendí nunca, por cierto.

El último año, octavo volvimos al edificio del Ródenas, para despedida!   
Aparecen las nuevas amigas con las que seguiría luego hacía otros horizontes, el Bachillerato y también la propia vida.

Profesores de estos años fueron: D. Salvador, D. José Gomez Huertas, D. Fulgencio, Dª Dolores, D. Trinidad, D. Juan,..de Mula,  …otro D. Juan que nos dio francés en octavo, D. Luis, el párroco…..y seguro que alguno me olvido-

Y el final es un sólo día de excursión a los  Chorros del Río Mundo, ese fue nuestro Viaje de Estudios.

Con posterioridad...

En este Colegio he tenido dos etapas más, ya  como madre de alumnos. Con mis dos hijos,  distanciados más de 16 años en el tiempo, lo que me ha permitido volver sobre este Centro Escolar en dos épocas diferentes. Primero en la década de los ochenta, que estuve implicada en la entonces recién iniciada Asociación de Padres, llegando a ser la Presidenta de la misma.  Luego, con mi segundo hijo, ya en este nuevo milenio, he vuelto a frecuentar esta escuela haciendo nuevas y buenas amistades entre otras madres más jóvenes, a las que, con gran satisfacción, veo bastante implicadas en la comunidad educativa.- 

Ahora ya sólo espero volver de nuevo a este Colegio cuando llegue el momento en que sea y ejerza de abuela.


***

DESPEDIDA.

Hay, seguro mucho de nostalgia contenida en todo esto; también, sin duda, toda la esperanza en el camino hacia el futuro, a través de este presente con dosis de desasosiego,  pero con la certidumbre en la gran labor que el equipo de docentes actual del Colegio Ródenas está desempeñando. Y como el lugar de los recuerdos es el pasado, pues es allí dónde tienen que quedarse, ya que pertenecen a quién éramos antes, no a quien somos ahora. Hoy en la era digital, hemos venido a reencontrarnos con compañeros, a los que de otra forma jamás hubiéramos reconocido.

Ahora que ya os he contado la historia, el cuento, el relato..... me falta la poesía.  Poesía que dedico a todos los maestros que han pasado por esta escuela y sobre todo a los que me impartieron clase.



RECUERDO INFANTIL..............

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
"mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón ".

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

                                           Antonio Machado

***

D.ª Antonia y D.ª Elvira son antiguas alumnas y madres de antiguas alumnas.

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